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Freitag, 10. September 2010

OTOÑO


No había dormido tan bien en meses. Descubrí que todo se lo debía al simple acto de arroparme con las sábanas. Las noches son ahora más frías y la luz del sol va perdiendo intensidad, filtrándose entre los árboles, manchando las nubes, emborronando el cielo con tonos rosas y anaranjados. El otoño es sin lugar a dudas mi estación favorita. Me encanta la melancolía que desprende. Las lluvias dejan su característico olor a tierra mojada, y éste lentamente asciende por las ventanas hasta impregnar todas las habitaciones de la casa. Parece como si en el interior de cada pequeña gota de lluvia hubiera capturada una oportunidad diferente, y yo las abarco todas y cada una de ellas con las palmas de mis manos extendidas hacia el cielo.
Es tiempo de leer a Whitman y a Thoreau, de rebuscar en el armario el viejo chubasquero rojo. Es tiempo de prepararse para recoger hojas de otoño y dar largos paseos en bicicleta, y de, tumbada sobre la cama, observando el blanco techo, dejarme embargar por la intensa sensación de que he llegado al final de algo. Sentir momentaneamente la electricidad del aire en la punta de los dedos. Tener la absoluta certeza de que detrás de cada estación solo podría ocultarse un nuevo comienzo.

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